Requerimientos eternos
- german
- 28 jul
- 6 Min. de lectura
Toma de decisiones a alta velocidad. Las empresas en el Día 2 toman decisiones de alta calidad, pero las toman lentamente. Para mantener la energía y el dinamismo del Día 1, de alguna manera debes tomar decisiones de alta calidad y alta velocidad. Jeff Bezos
Tal vez uno de los elementos más desgastantes en el desarrollo de una solución tecnológica es la generación y evolución de los requerimientos. Después de diseñar toda la solución en el papel, el desarrollo puede volverse extenuante, tomar meses e incluso, en algunos casos, años. Aunque existen metodologías pensadas para reducir los tiempos, la realidad es que el diseño de software sigue siendo un reto importante para cualquier organización.
Lo más complejo de este proceso es que tiene implicaciones directas en el negocio. No es un secreto que las expectativas de los usuarios son cada vez más altas: personalización, acceso a nuevas funcionalidades, mayor facilidad y velocidad en el consumo de productos y servicios, entre otros, son parte de la nueva normalidad. Y el sector financiero no es ajeno a esta transformación. Con el auge de las aplicaciones y el fortalecimiento del segmento Fintech, las necesidades de los clientes cambiaron de forma drástica. Pero también lo hicieron los riesgos: fraudes electrónicos, nuevos retos operativos, perfiles de crédito más riesgosos, entre otros, son parte del panorama actual que enfrentan las entidades crediticias.
El verdadero problema es que muchas áreas de negocio diseñan soluciones que, sobre el papel, lucen muy bien, pero al momento de implementarlas se enfrentan a barreras que a veces parecen infranqueables: requerimientos complejos, tiempos de desarrollo eternos, soluciones iterativas que parten de MVPs que no siempre escalan como se espera, entre otros factores. Todo esto tiene una consecuencia clara: que el negocio avance a una velocidad inferior a la que exige el mercado. No es raro entonces que los clientes terminen optando por otras soluciones, incluso dentro del mercado de crédito informal.
El desarrollo tradicional
Uno de los desarrollos más críticos —y complejos— para cualquier entidad financiera es el motor de riesgo de crédito. Este componente, encargado de evaluar solicitudes, validar políticas y calcular la viabilidad de un préstamo, es fundamental para la operación diaria y, en consecuencia, para la sostenibilidad del negocio. Sin embargo, su construcción tradicional es todo menos simple.
El proceso suele comenzar con sesiones de levantamiento de información entre el equipo de negocio y tecnología, donde se intenta traducir las políticas de riesgo —muchas veces definidas de manera ambigua o con excepciones difíciles de codificar— en reglas claras, estructuradas y operables. Ya en esta etapa inicial, aparecen los primeros retos: lo que para el área de riesgo parece una regla sencilla (“rechazar clientes con mora superior a 30 días en los últimos 12 meses”) puede convertirse en una lógica compleja si no hay una fuente de datos única, si la información está dispersa o si las condiciones cambian según el tipo de cliente o producto.
Una vez el requerimiento logra definirse, comienza la fase de diseño y desarrollo técnico, donde deben alinearse múltiples equipos: desarrolladores, arquitectos, testers, analistas de datos, entre otros. El proceso suele involucrar la creación de múltiples componentes: integración con sistemas externos, acceso a historiales crediticios, definición de reglas parametrizables, construcción de flujos de decisión, pruebas unitarias, pruebas de regresión, validaciones en ambientes controlados… y la lista sigue.
En el camino, es común que los requerimientos evolucionen. Ya sea porque la regulación cambió, porque se detectó un nuevo patrón de fraude o simplemente porque el área de negocio identificó una mejora. Esto obliga a iterar sobre una base en constante movimiento, lo que eleva los costos, extiende los plazos y aumenta el riesgo de errores.
El resultado, en muchos casos, es un motor que llega tarde, con funcionalidades limitadas o que ya no responde con precisión a las necesidades con las que fue concebido. Y lo más grave: un proceso que frena la innovación, pues cada ajuste requiere semanas (o meses) de trabajo.

Agentes autónomos y RAG
Frente a las complejidades del enfoque tradicional, surge una alternativa mucho más eficiente y flexible: el uso de agentes autónomos potenciados con RAG (Retrieval-Augmented Generation). Esta arquitectura permite transformar completamente la forma en la que se construye y opera un motor de riesgo de crédito, reduciendo drásticamente los tiempos de desarrollo y eliminando muchas de las fricciones habituales entre negocio y tecnología.
El proceso parte de una idea simple, pero poderosa: permitir que un agente autónomo sea capaz de interpretar directamente las políticas de riesgo a partir de los documentos existentes (manuales, PDFs, reglamentos internos, etc.) sin necesidad de que un equipo de desarrollo tenga que traducir esas reglas de manera manual.
Extracción inteligente de políticas. Con RAG, el sistema accede a las políticas de crédito almacenadas en diferentes formatos y fuentes, y extrae la lógica de riesgo de forma estructurada. Un agente autónomo, entrenado para comprender el lenguaje técnico y regulatorio, puede generar automáticamente las reglas que luego utilizarán otros componentes del sistema. Ya no se trata de traducir manualmente una regla en lenguaje natural a código, sino de dejar que el agente lo haga, de forma dinámica y contextual.
Evaluación automática de aplicaciones. Una vez extraídas y entendidas las políticas, un segundo agente se encarga de evaluar cada solicitud de crédito que ingresa al sistema. Este agente compara la información del solicitante con las reglas previamente procesadas, identifica si se cumplen los criterios y entrega una recomendación de aprobación, rechazo o revisión. Todo esto ocurre en tiempo real y sin intervención humana, lo que reduce errores, tiempos y sesgos operativos.
Adaptabilidad instantánea de cambios. Quizá la parte más transformadora de este enfoque es su capacidad de adaptación. Cada vez que se modifica una política —por cambios regulatorios, ajustes de apetito de riesgo o decisiones del comité— basta con actualizar el documento correspondiente. El sistema vuelve a ejecutar el proceso de RAG, reinterpreta las reglas, y actualiza automáticamente el comportamiento del motor de riesgo. Sin necesidad de desarrollos adicionales, sin pruebas extensas, sin despliegues complejos.

¿Por qué hacerlo así?
Adoptar un enfoque basado en agentes autónomos para construir y operar motores de riesgo de crédito no solo representa una evolución tecnológica: es una respuesta directa a las exigencias del mercado actual. Esta arquitectura permite a las organizaciones responder con agilidad, mantener el control sobre sus políticas y reducir significativamente la dependencia de ciclos largos de desarrollo.
Reducción de tiempos: Lo que antes tomaba semanas o meses de desarrollo, ahora se puede resolver en cuestión de horas o días, simplemente actualizando una política o documento de referencia.
Mayor alineación entre negocio y tecnología: Al eliminar la necesidad de traducción manual de requerimientos, el área de riesgo mantiene el control total sobre las políticas, y el sistema se adapta automáticamente a sus decisiones.
Escalabilidad y mantenimiento mínimo: No se requieren ajustes en el código ni nuevas implementaciones cada vez que cambia una regla. El sistema se vuelve verdaderamente modular, y las políticas se gestionan como conocimiento reutilizable.
Transparencia y trazabilidad: Al estar basado en documentos fuente y agentes autónomos que procesan información de forma auditable, es más sencillo justificar decisiones ante auditores, entes regulatorios o comités internos.
Mejor experiencia para el cliente final: Al reducir los tiempos de evaluación y errores en decisiones, se mejora la respuesta al cliente, lo cual es crucial en mercados altamente competitivos.
La implementación no requiere un reemplazo completo del motor de riesgo actual. De hecho, lo ideal es adoptar este enfoque de manera progresiva:
Identificar un segmento piloto (por ejemplo, microcréditos o créditos digitales) con reglas claras y bien documentadas.
Implementar la extracción de políticas vía RAG, usando los documentos reales como fuente de verdad.
Conectar un agente evaluador para procesar solicitudes reales en paralelo con el sistema actual (modo "shadow").
Comparar resultados, ajustar y escalar al resto del portafolio de productos una vez validada la precisión y eficiencia del sistema.
Repensar el crédito es urgente
En un mundo donde la velocidad del cambio supera la capacidad de respuesta de muchos sistemas tradicionales, seguir construyendo motores de riesgo como hace diez o veinte años es insostenible. Cada día que una entidad financiera opera con procesos lentos, rígidos y dependientes del desarrollo manual, está cediendo terreno: ante la competencia, ante la innovación, y —sobre todo— ante las expectativas de sus propios clientes.
La tecnología ya no es la barrera. Hoy existen herramientas que permiten automatizar, adaptar y escalar procesos críticos como la evaluación del riesgo de crédito sin necesidad de desarrollar desde cero cada cambio, cada política, cada ajuste. Agentes autónomos que entienden las reglas del negocio, las aplican en tiempo real y evolucionan con ellas representan una verdadera transformación en la forma de gestionar el crédito.
La pregunta ya no es si esta tecnología es posible. La pregunta es: ¿cuánto más está dispuesto el negocio a esperar? Repensar el motor de riesgo es, en realidad, repensar el futuro de la organización. Y ese futuro empieza con una decisión: dejar de construir como siempre... y empezar a construir con inteligencia.



Comentarios